
"A los pies de la cama había un acuario maravilloso , y la cama también tenía algo de acuario. Estábamos tendidos de espaldas, uno al lado del otro, y ella me acariciaba maquinalmente, yo tenía frío y ella me hablaba de cualquier cosa, de la pelea que acababa de ocurrir en el bar , de las tormentas de marzo... Los peces pasaban y pasaban, había uno, negro, un pez enorme, mucho más grande que los otros. Pasaba y pasaba como su mano por mis piernas, subiendo, bajando... Entonces hacer el amor era eso, un pez negro pasando y pasando obstinadamente. Una imagen como cualquier otra, bastante cierta por lo demás. La repetición al infinito de un
Llegar hasta un punto del agua, girar, volverse, sin saber que ya no hay obstáculo, que bastaría seguir avanzando...
-Pero el amor también podría ser eso –dijo Gregorovius -.Qué maravilla estar admirando a los peces en su pecera y de golpe verlos pasar al aire libre..."
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